En nuestra existencia podemos observar un ciclo constante de éxito y fracaso, hay proyectos que salen bien y otros son un verdadero desastre. Incluso algunos de ellos no llegan ni siquiera a salir, porque no nos atrevemos a iniciarlos. Aunque esto es lo normal y nadie debe engañarse a este respecto, en nuestra cultura se piensa, la mayoría de las veces, que el éxito se alcanza haciendo bien las cosas y teniendo un poco de suerte. Es todavía muy habitual, en las novelas y en las películas, encontrar estereotipos de personas a la que todo le sale bien y a la primera, que a base de golpes de suerte consigue realizar sus sueños, que no parecen conocer la frustración que produce el fracaso; solamente conocen la cara del éxito.
Sin embargo, hay muchas situaciones en nuestra existencia en las que se demuestra que la vida no es un camino de rosas, ya que el fracaso y la frustración están muy presentes en ella. Pues, al final el fracaso es inevitable, ya que no hay vida humana sin fracaso, queramos aceptarlo o no. Por ello, conviene prepararse para saber que no todo va a salir bien, o por lo menos no va a salir bien a la primera, ya que hay un tanto por ciento de nuestras acciones que no van a conseguir el objetivo para el que fueron planificadas. Es crucial aceptar esto y prepararse para saber afrontarlo.
El fracaso es una experiencia humana universal, algo inevitable en la vida de toda persona, ya que todos hemos aprendido a ponernos de pie y andar a base de muchas caídas. Sin embargo, un proyecto fallido, un divorcio o una idea de negocio que no prospera se perciben como un estigma social, llevando a quien lo sufre a renunciar a intentarlo nuevamente. Lamentablemente, en nuestro país, el fracaso se sigue percibiendo como algo improductivo y mal visto socialmente. Pues, nuestro entorno cultural no nos prepara para enfrentar la frustración de una meta no alcanzada, generando vergüenza social y abandono de la misma.
Sin embargo, a pesar de su connotación negativa, el fracaso tiene el potencial de ser un poderoso catalizador para el crecimiento personal y profesional. La clave para transformar el fracaso en un trampolín hacia el éxito radica, en gran medida, en una gestión adecuada del mismo.
El fracaso con frecuencia resulta un fenómeno complejo, que tiene raíces en varias dimensiones, unas psicológicas y otras sociales. En algún momento de nuestra vida, todos nos hemos enfrentado o nos enfrentaremos al fracaso y a la tormenta de emociones negativas y demoledoras que produce: desilusión, vergüenza e incertidumbre. Si estas emociones no son devueltas a su nivel normal, el ciclo de baja autoestima y miedo al riesgo será autodestructivo.
Aunque es muy cierto que nadie está a salvo del fracaso, también lo es el hecho que nadie debería enfrentarlo solo. El apoyo social juega un papel importante en la forma en que alguien supera un revés en su vida. Los amigos, la familia, los profesores, los mentores profesionales no solo brindarán consuelo, sino también una visión objetiva y valiosa. Un ambiente acogedor permitirá que uno comparta más abiertamente los fracasos y alivie la carga emocional. Deberíamos comprender que el fracaso es una parada más del trayecto, no la parada en la que te bajas del autobús.
La importancia de aprender a manejarlo es clave, y en el mundo tan innovador y competitivo de hoy, es una habilidad muy necesaria. Puesto que, debemos enfocar el fracaso como una oportunidad de aprendizaje y mantener siempre viva en nuestra mente dicha forma de pensar, de esta manera seguro que desarrollamos la resiliencia emocional y psicológica necesaria para enfrentar los desafíos de la vida. Si fuéramos capaces de incorporar la gestión del fracaso en la cultura y la educación en nuestro país, podríamos desarrollar una sociedad más resistente y valiente, que no tenga miedo a los cambios que puedan producirse ni las derrotas que puedan venir.
En suma, la gestión del fracaso se convierte en una habilidad indispensable para el desarrollo personal y colectivo, un testimonio real de nuestra capacidad, como seres humanos, para aprender, adaptarnos y prosperar frente a la adversidad.