Por Manuel Robles Miras. Analista de Sistemas y director del Curso Superior de Gestión de Pymes de ENAE, además de creador de TRAMA (Trade and Marketing online game).
Con mi amigo Ramón hay que tener mucha paciencia; sobre todo cuando se pone a no entender obviedades o a dar explicaciones sobre lo inconcebible. ¡Ramón, por Dios! –le decimos los que le apreciamos-, pero, nada, él a lo suyo erre que erre.
El otro día, inmediatamente después de afirmar que no es lo mismo decir cuatro millones y pico de parados que ponerse a contarlos, le dio por no entender por qué los jugadores de fútbol, cuando meten un gol, se ponen a dar gritos, a correr como posesos y a tirarse al suelo con los brazos simulando alerones.
Ramón –le dije-, es un gol. ¿Tú sabes lo que eso significa? Ni más ni menos que la materialización del esfuerzo que han estado haciendo para agradecer al club la confianza que han depositado en ellos.
Y, si se trata de la selección –continué diciéndole-, están contribuyendo a que haya un mayor reconocimiento hacia su país. ¿Tú sabes la explosión interna que genera la sensación del deber cumplido cuando se trata de la patria de uno?
Pero, nada, él, empecinado con lo suyo, me preguntó que por qué no hacen lo mismo los jugadores de balonmano. No hubo manera de hacerle entender que el tamaño de una cancha no da para carreras incontroladas y que no es lo mismo tirarse sobre la hierba que sobre el parqué, material con el que hay que tener mucho cuidado por su dureza.
Estuve a punto de añadir que pasa como en los asuntos de lo político. Menos mal que me contuve a tiempo, porque con lo que es el bueno de Ramón… Pero, mi amigo, cuando coge un tema es difícil que lo suelte.
Un gol será todo lo que tú quieras, Manuel; pero el fútbol tiene algo raro, pero que muy raro, que habría que investigar. ¿Qué es más importante: meter un gol o, por poner algo, el nacimiento de un hijo? No me dejó argumentarle lo absurdo de su comparación y siguió con su pueril planteamiento. ¿Tú has visto a alguien reaccionar de esa manera al ver por primera vez a su hijo recién nacido?... ¿Eh, Manuel? A lo sumo, dan un par de saltos y se ponen a andar de prisa por los pasillos de la clínica levantando los brazos cada dos o tres pasos.
Nada más. Ya no me pude contener y le hice una de esas preguntas demoledoras que tenemos los cultos para cuando nos hinchan mucho las narices: Vamos a ver, Ramoncico, ¿cuándo ha parido una mujer en mitad de un estadio, rodeada de miles de aficionados a los partos? Lo dejé tan parado que no tuvo más remedio que echar mano de las primas de Sudáfrica. Pero, no pudo conmigo.
Estaba yo a tal nivel, que podía haber discutido sobre cualquier tema, y con razón, en la barra de cualquier cafetería, por cara y céntrica que ésta fuera. Le dije: Ramón, no confundas las cosas; a la Selección Española le pagarán las primas si gana, no para que gane. Y, como todo el mundo sabe, “si” es una conjunción, y “para” es una preposición. Preposición, Ramón; ¿entiendes o no entiendes lo que te quiero decir? ¡Lo dejé estupefacto!
Manuel Robles Miras