Por Gloria Montes Gaytón. Profesora y directora del máster en Dirección Financiera de ENAE Business School.
Los García, una familia al más puro estilo español, tiene un serio problema. El cabeza de familia se ha quedado sin empleo y con unas deudas de cerca de 140.000 euros.
Sus perspectivas de supervivencia son poco halagüeñas. Cuando las cosas les iban bien no fueron capaces de pensar en una alternativa para los tiempos de vacas flacas y ahora les asedian los acreedores. Esta situación no es exclusiva de las economías domésticas, las empresas, y, en concreto, las pymes, lo están padeciendo de forma muy importante.
Y es que cuando se monta un negocio todas las alternativas que nos planteamos se enmarcan siempre dentro de un escenario positivo, es decir, pensando 'en plano', en que todo va seguir igual.
Como la protagonista del cuento de la lechera, se imaginan la cantidad de beneficios a obtener; pero, en el imprevisto camino hacia el mercado, de pronto: perdemos el equilibrio, todos los sueños saltan por los aires y el negocio empieza a tener problemas.
La fábula de la lechera refleja uno de los mayores problemas de las PYMES: la ausencia de salidas ante los imprevistos. En los negocios, como en la vida personal, es importante disponer de guiones alternativos por si el principal objetivo naufraga.
Al igual que un conductor inteligente varía la ruta que debe seguir en función del tráfico, los empresarios han de tener siempre un as en la manga para hacer frente a los contratiempos. La empresa del siglo XXI, en general, y la pyme, en particular, debe disponer de un plan B ante posibles cambios en el mercado: caídas de ventas, falta de financiación o impagos.
Si nos encontramos de golpe en alguna situación de estas características, disponer de unas rutas alternativas, ahorrará no solo quebraderos de cabeza, sino que facilitarán la solución más adecuada con relación a unas circunstancias concretas. Una empresa distribuidora de materiales de construcción, en el año 2007, previendo que el marco de su mercado tradicional podría cambiar, articuló un plan reactivo, donde los pilares básicos eran: expansión de mercado y comercialización de productos de alto margen.
Hoy goza de buena salud económico-financiera. La diferencia entre la supervivencia de la empresa o su muerte inminente va mucho más allá de la reacción ante entornos económicos hostiles. En cualquier diseño de estrategias hay que prever la posibilidad de que no llegue a cumplirse el Plan de Empresa previsto; de esta manera se evitará, en buena medida, que nuestro sueño se derrumbe como un castillo de naipes.
Porque, señores, el futuro nadie lo conoce con precisión y no puede convertirse este hecho en un problema, dada su difícil resolución.
Realmente, el verdadero problema radica en no disponer, 'a priori', de alternativas de actuación; para que cuando se produzcan los hechos podamos derivar, con comodidad, al guión que más sintonice con esa situación, lo que permite reaccionar en tiempo y no perderse en divagaciones.
El buen gestor, consciente de que el mundo de la empresa es una realidad dinámica sometida a los cambios del mercado, siempre cuenta con una alternativa inmediata y bien meditada frente a un cambio brusco o radical en los planes marcados.