por Pedro Juan Martin Castejón, Miembro de la Cátedra de la Empresa Familiar –AMEFMUR , Profesor de Marketing de la Universidad de Murcia.
La sabiduría popular sostiene que la singular estructura de propiedad de las pequeñas y medianas empresas familiares les garantiza una orientación a largo plazo, algo de lo que con frecuencia carecen las grandes sociedades anónimas. Por este motivo, durante los tiempos de bonanza económica, estas empresas no ganan tanto como aquellas que tienen una estructura de propiedad más dispersa, pero cuando entramos en crisis, las pymes familiares obtienen mejores resultados en el desempeño su actividad empresarial. Sin duda alguna, la clave de este comportamiento se encuentra en el hecho de que este tipo de empresas prefieren no usar los excesos de ingresos obtenidos durante los buenos tiempos económicos, con el fin de aumentar sus posibilidades de supervivencia durante los malos tiempos. Varios estudios recientes apoyan esta teoría, y sugieren que este enfoque hacia el largo plazo es consecuencia, principalmente, de los siguientes principios a la hora de diseñar su estrategia.
a) Son más prudentes que otro tipo de empresas en los buenos y en los malos tiempos, debido a que las empresas familiares parecen muy concienciadas que el dinero de la empresa es el dinero de la familia, y, en consecuencia, se esfuerzan por no especular con los ingresos extras obtenidos en los tiempos de “vacas gordas”.
b) Tienen los gastos muy controlados, ya que aplican esa sencilla formula económica de no gastar por encima de lo que se gana. Sin embargo, dicha fórmula es muy difícil oírla en palabras de ejecutivos corporativos que no son dueños de sus empresas o responsables de gestionar el dinero público.
c) Si pueden evitan tener deudas, pues perciben el endeudamiento como una debilidad de su empresa que le impide realizar maniobras en momentos críticos y por lo tanto quedar en manos de un inversionista ajeno a la familia. Este principio hace que a las empresas familiares les cueste mucho diversificarse, pues prefieren permanecer enfocadas en la razón de ser de su negocio. Coloquialmente, podríamos decir que siguen fielmente el refrán de “zapatero a tus zapatos”, y no quieren asumir riesgo sobre todo si tienen que endeudarse.
d) Se ocupan más de sus trabajadores y retienen mejor el talento, pues mantienen a sus empleados más tiempo que las grandes sociedades anónimas. Esto lo consiguen sin tener que recurrir al incentivo económico ya que se enfocan en crear una cultura de compromiso y un agradable clima laboral, evitando los despidos en los tiempos de crisis e invirtiendo en la formación de su personal.
Estos principios, en lugar de funcionar por separado, crean entre ellos sinergia. Por ejemplo, la austeridad en el gasto unido a las pocas deudas ayuda a reducir la necesidad de tener que recurrir a despidos en tiempos de crisis. Asimismo, el dinero ahorrado con la austeridad se invierte acertadamente y sin asumir muchos riesgos, manteniendo en todo momento el control del gasto, aunque sepan que están perdiendo oportunidades al ser demasiado prudentes, pero prefieren esperar y recibir retornos superiores de sus inversiones con el paso del tiempo, a medida que los ciclos económicos pasan de ser buenos a malos. De esta forma, pueden asegurar la supervivencia de su empresa para entregársela a la siguiente generación; aunque la transmisión sería incompleta si no se acompañara también de los citados principios que permitieron desarrollar la empresa. Los sucesores deben ser conscientes de los valores que hacen únicas a las empresas familiares y que con tanto esfuerzo siguieron sus antecesores.