Creo firmemente que las palabras tienen color.
Antes de que conversemos sobre eso quiero decirte también, que la elección y el uso de las palabras nos dan un poder enorme. Por una parte, nos permiten potenciar el desarrollo de quien las recibe, de construir entornos creativos, de formar equipos, de relacionarnos positivamente. Por otro lado, también es posible usarlas en el otro sentido… convirtiéndose en una tremenda herramienta de destrucción. Si consideramos el lenguaje como un elemento tanto de formación como de transformación veremos que las palabras crean realidades, y las realidades dependen de nuestras gafas de ver el mundo, de nuestra posición como observadores.
Esto queda representado en el viejo cuento en el que hay 3 personas trabajando a la vera del camino. Al pasar y preguntarle a la primera que es lo que está haciendo, nos responde: “Aquí estoy, picando piedras”. El segundo dice ante la misma pregunta “Ayudo a construir una pared”, mientras que el tercero afirma: “Estoy construyendo una catedral”. La misma tarea con distinto sentido, vista desde otro punto de vista, abre nuevas posibilidades.
La capacidad de potenciar a otros, colaboradores, entorno, familia, puede reflejarse en el efecto Pigmalión. El efecto Pigmalión se conoce como la influencia que una persona puede ejercer sobre otra. Si notamos esa influencia haremos lo posibles para responder según lo que nos piden o proponen, logrando que se produzca una “profecía autocumplida”. Tanto si recibo apoyo y palabras de aliento para alcanzar un objetivo como si lo que me dicen es que “no podré”, estos mensajes potenciarán que busque cumplir esas expectativas.
Esto está probado en las áreas de educación y trabajo en equipo: si apoyamos e impulsamos a los miembros es muy probable que desplieguen sus talentos y alcancen metas ambiciosas. En cambio, si nuestras expectativas sobre ellos es que su potencial es limitado o reducido y así lo comunicamos, una y otra vez, es muy probable que el rendimiento sea bajo y la propia satisfacción también.
Si retomamos el concepto de color en las palabras, podemos asociar el color rojo a aquellas palabras que podemos categorizar como negativas y el color verde a las positivas.
Antes de seguir leyendo busca un boli y un papel y veamos cuáles son las palabras que vienen a tu mente cuando hablamos de palabras rojas. Por favor, anótalas en una columna en tu papel. ¿Cuántas has anotado? ¿Puedes pensar en algunas más?
Ahora haz lo mismo con palabras verdes. Tómate un poco más de tiempo. Es importante reconocer estas palabras y asociarlas al color. ¿Ya lo has hecho?
Dentro de las palabras rojas podemos encontrar problema, crisis, enfermedad, fracaso, dificultad, agresión, derrota, dificultad, imposible, obstáculo, barrera, abandono… Hay dos palabras que tenemos que considerar como paradigmas de esta categoría: “No” y “Yo”. Dificultan la integración generando distancia y poca implicación con la otra persona.
En el grupo de palabras verdes encontramos entre otras: si, nosotros, posible, éxito, encuentro, desafío, equipo, ayuda, solución, cercanía, acuerdo, colaboración… Una “palabra verde” a destacar es la utilización del nombre. Si alguien nos llama por nuestro nombre nos sentimos más cómodos, más relajados, mejor dispuestos.
Es interesante ver que muchas veces, el fondo de nuestra comunicación puede ser similar, siendo el color de las palabras lo que cambia la forma en la que percibimos el mensaje y el efecto que pueda causar.
Fíjate en el siguiente ejemplo:
- “Nunca hemos tenido un fallo en la seguridad alimentaria que haya causado un perjuicio o enfermedad a ningún consumidor.”
- “Siempre hemos mantenido un alto nivel de seguridad alimentaria, con los más altos estándares de calidad para todos los consumidores.”
Un contenido similar con “colores” diferentes… tienen un impacto absolutamente distinto.
Es importante saber que las palabras tienen un efecto no sólo emocional sino físico. Se han realizado estudios que prueban que palabras como “peligroso”, “imposible”, “fracaso” o “atemorizador”, producen un incremento considerable del cortisol (la hormona del stress) en las muestras de saliva tomadas a los participantes en el ensayo. Otras palabras como “capaz” o “valioso”, producen descensos de cortisol en las mismas muestras.
Hay algunas palabras que merecen que le prestemos atención y que quiero destacar:
La primera es “pero”. En general lo usamos con mucha frecuencia. Recuerda que el “pero” invalida la frase que le precede: “Lo has hecho muy bien, pero…” Ese pero nos indica que no lo has hecho muy bien.
La segunda palabra es “intentar”. Es un comodín que aparece en boca de políticos, periodistas y directivos permanentemente: “Vamos a intentar conseguir estos ambiciosos resultados.” ¿Los has conseguido? No, pero lo he intentado. Este “intentar” justifica el fracaso. No lo he logrado, pero lo he intentado. Si dejamos de usar “intentar” aumenta nuestra implicación y compromiso. Diciendo: “Vamos a conseguir estos ambiciosos resultados.” orientamos nuestra energía hacia el éxito, en lugar de hacia la justificación.
Te propongo que durante los próximos dos días le prestes atención al color de las palabras que usas. También al color de las palabras que usan los que se relacionan contigo. El primer paso es “darte cuenta”. Ver ese color te dará una información muy valiosa ampliando tus posibilidades de reacción. Si me preguntaras que color es mejor, te respondería que depende de lo que quieras conseguir. Hay momentos en los que un “No, de ninguna manera” puede ser clave. En otros muchos casos las palabras verdes nos acercan y permiten mayores logros colectivos.
Lo poderoso es que, después de darte cuenta del color de las palabras, empieces a elegir como quieres pintar cada una de tus conversaciones, de tus intervenciones. El cambio que puedes lograr será espectacular.