Las acciones formativas que podemos emprender para adquirir competencias se pueden clasificar en un abanico de
efectividad que van desde la exposición verbal de unos conocimientos técnicos (poca efectividad, ya que apenas si retenemos lo que escuchamos), a la vivencia de experiencias directas (mayor efectividad, mayor retención). Todos hemos comprobado este principio de que aprendemos básicamente de la experiencia.
Como sugería Anatole France a los formadores:
“No trates de satisfacer tu vanidad enseñando gran cantidad de cosas, despierta la curiosidad de la gente. Es suficiente con abrir las mentes, no las sobrecargues. Pon en ellas solamente una chispa, si allí existe tan solo un pequeño elemento inflamable, el fuego prenderá”.
El out-door training (entrenamiento al aire libre) es una metodología de aprendizaje basada en observar, pensar, hacer y sentir cosas (aprendizaje experiencial o vivencial). Se adquieren conocimientos, se trabajan y desarrollan habilidades, y /o se movilizan actitudes y valores que es una de las ventajas más importante de esta metodología. Se tienen en cuenta los distintos estilos de aprendizaje de las personas, ya que combina el trabajo mediante actividades en contextos al aire libre, en la naturaleza, con un marco más teórico de conclusiones y herramientas estudiadas. Es una modalidad de formación en la que también se trabaja la aceptación e identificación con la filosofía y cultura de la empresa por parte de los empleados, y a la vez se convive, se comparten nuevas y distintas experiencias con los compañeros en un entorno no laboral.
El hacer la formación en un entorno natural sirve porque al salir del entorno habitual se facilita la mejora de las relaciones personales e interpersonales y se incentiva la innovación como clave formativa.
Además, muchas de las habilidades sociales (comunicación, trabajo en equipo, liderazgo) no pueden desarrollarse en el aula, se necesita un trabajo real que fomente las actitudes cohesionadoras para poder aprenderlas. En el entorno de la naturaleza también se propicia más la formación emocional, ya que muchas de estas habilidades se construyen en torno a ideas emocionales compartidas, desinhibiéndose del papel formal desarrollado en la empresa.
Por tanto el realizar juegos o actividades por equipos persiguiendo la potenciación en las relaciones personales entre los participantes, el compañerismo, la capacidad de organización, el trabajo en equipo, el desarrollo de la capacidad de liderazgo etc., tiene un elevado componente educativo y de aprendizaje, y se consigue con ello:
• Fomentar actitudes cohesionadoras en equipos de trabajo que faciliten la mejora de las relaciones profesionales y personales.
• Aumentar la motivación hacia los objetivos del conjunto de la empresa.
• Desarrollar una comunicación fluida y receptiva.
• Reforzar comportamientos flexibles en equipos de trabajo.
• Impulsar una cultura de mejora y aprendizaje.
• Integrar de manera práctica los conceptos teóricos.
• Incentivar actitudes que promuevan el liderazgo.
Además también se consigue que afloren los conflictos que existen subyacentes en los equipos, ayudando a desbloquearlos y a resolverlos, ayudando a los participantes a hacer un análisis crítico de sus fuerzas y debilidades para aprender de ellos mismos.
No se trata por tanto de una excursión campestre, ni de un simple juego destinado al entretenimiento de los equipos directivos, ni de un cúmulo de actividades deportivas o de aventuras. Un programa de out-door training va más allá de ofrecer cursos y juegos al aire libre, ya que estamos hablando de un programa muy efectivo para trabajar actitudes que no se pueden transmitir únicamente por medio de la formación tradicional. Se busca que los participantes asuman un compromiso de mejora en sus conductas con su empresa, a través de un análisis individual y un feedback (retroalimentación) de sus compañeros.
Estos programas formativos se diseñan a medida, son únicos y originales para cada caso, los objetivos se traducen en retos a conseguir en un contexto de aventura y dificultad controlada. Se utilizan técnicas modificadas y adaptadas de
orientación y supervivencia, las experiencias son lúdicas al tiempo que rigurosas en la consecución de los objetivos propuestos.
Se usan metáforas que reflejan las condiciones que se encuentran en el trabajo o en la vida en general. Esas metáforas permiten producir tomas de conciencia que movilizan el potencial del grupo a través del crecimiento personal de sus integrantes. Un habilidoso proceso de restitución, que consiste en la oportuna verbalización de las experiencias, permite anclar los aprendizajes. Acto seguido, se reta a los participantes a practicar los nuevos comportamientos en su vida real.
Es por eso que el consultor o facilitador que dirija la sesión de entrenamiento influye también en su efectividad. Un buen facilitador crea el marco e induce al aprendizaje. Destaca por hacer buenas preguntas. Interviene lo justo (sólo para mantener la tensión productiva), provoca y deja hacer, fluye con el proceso del grupo y los integrantes y es experto en el arte de estimular el feedback. El aprendizaje sólo ocurre en áreas en las que no tenemos control, fuera de la zona de comodidad. Recorrer este camino requiere valentía y compromiso, actitudes ambas que deben de ser cuidadas con tacto por parte del consultor que facilita el proceso. ¡¡No se dejen influir por las herramientas, la clave en el out-door training es la calidad del facilitador que acompaña el proceso de aprendizaje!!
Por último, los programas de out-door training, como ya he señalado anteriormente, son personalizados para cada empresa o grupo a formar, y para su diseño se tienen en cuenta, además de los objetivos a conseguir, las necesidades particulares del grupo a entrenar, que permite adecuar las actividades y el programa.
No es lo mismo un grupo abierto (personas de diferentes organizaciones), que un grupo cerrado. No es lo mismo un grupo nuevo, que con experiencia de trabajar juntos. El tamaño también influye, pudiendo ir desde grupos de 8 a 14 personas (los más efectivos) a grupos de 20 a 30 personas. No son aconsejables más de 30 personas, debiendo de organizar las actividades en grupos menores. El nivel de dificultad de las actividades también es importante, se pueden organizar actividades de alto riesgo (no siempre son necesarias) teniendo precaución en que las instalaciones, los materiales y las personas de apoyo tengan la experiencia debidamente documentada.
Desde estas líneas te animo a que experimentes una buena formación out-door para ti o tu equipo en algunos de los proyectos de desarrollo que tengas, será toda una experiencia de la que no te arrepentirás.
José Valcárcel. Profesor del Executive MBA en ENAE Business School