Por Gonzalo Fernández Isla, adjunto a la Dirección y Chief Risk Officer (CRO) de ENAE Business School El informe COSO II sobre Gestión de Riesgos Corporativos y la Asociación Española de Gerencia de Riesgos y Seguros (AGERS) coinciden en que la Gestión Integral de Riesgos es un proceso continuo, permanente y en constante desarrollo por el comportamiento dinámico de los riesgos, responsabilidad de toda la organización, cuya finalidad es lograr la consecución de los objetivos estratégicos y la obtención de ventajas competitivas a través del conocimiento global del riesgo de la empresa y su incidencia en dichos objetivos.
Su misión es abordar el análisis y la evaluación de todos los riesgos de la organización, con el fin de adoptar las acciones y medidas necesarias para prevenirlos y, si se materializasen, conseguir que no perturben el logro de sus objetivos y fines, así como la salvaguarda de su patrimonio, personas y resultados.
Debe estar integrada en la cultura de la empresa de forma eficiente. No obstante, hay ciertas limitaciones al desarrollo de la Gerencia Integral del Riesgo, entre otras, que no puede garantizar por sí sola el logro de los objetivos, ya que ciertos eventos o sucesos están fuera de su control y siempre habrá un riesgo residual sobre el que habrá que seguir actuando.
Entonces, ¿para qué sirve la Gestión Integral del Riesgo en un momento de crisis? Sirve, entre otras cosas, para que la organización trate eficazmente la incertidumbre y sus riesgos y oportunidades asociados, en toda la empresa y en cada una de las partes que la integran, llegando así a disponer de una perspectiva integral de la cartera de riesgos y de un reflejo de su perfil de riesgo residual y sus tolerancias al riesgo, sin que se supere el riesgo aceptado.
La Gestión Integral del Riesgo es una actividad funcional estratégica para la empresas que la ayuda a generar valor y a lograr razonablemente la consecución de sus objetivos, además de otras ventajas adicionales. Las grandes y medianas empresas aplican con mayor intensidad esta disciplina, por convencimiento propio o por exigencias legales. Las micro y pequeñas empresas, en su mayoría, todavía no han realizado el análisis coste/beneficio entre el valor que les puede ayudar a generar y el casi nulo gasto que para ellas requiere su implantación. Conocer y evaluar los riesgos, antes de decidir si se pone o no en marcha un proyecto, da garantía de gestión eficiente y de administrar debidamente los recursos disponibles.