Por Javier Pagán. Profesor miembro del cuadro docente de ENAE Business School y Socio y Director de Activa-t.
Un día, mientras paseaba por el parque, curiosamente y sin saber porque, me llamó la atención un grupo de personas que trataban, con gran habilidad, de escalar una pared totalmente vertical.
Impresionado por su pericia y destreza para encontrar y aprovechar, cualquier mínimo espacio y recodo, como base para apoyarse y ganar estabilidad, y sujeción y poder seguir escalando, me dije a mi mismo, “que afortunadas deben ser las personas que nacen con una habilidad”, y tras observarlas durante un rato, decidí proseguir con mi paseo.
Al poco, observé las imponentes oficinas de una empresa familiar que, aprovechando sus oportunidades, había crecido hasta convertirse en una gran empresa y en un referente no sólo para su sector, y me dije, “que fácil debe ser trabajar desde esa posición y con ese tamaño”. De repente, mi pensamiento se vio interrumpido por un torrente de voces y risas que emanaban de una multitud situada a unos metros de mí.
Con curiosidad me acerqué y observé que se trababa de una pareja que con sus llamadas de atención y su buen hacer había sido capaz de atraer un público que permanecía embelesado observando su espectáculo callejero, y me dije, “que fácil debe ser atraer e influenciar cuando se tiene gracia para ello”.
Cansado de caminar, me senté a la sombra de un banco. “Que gusto”, me dije. Y mientras saboreaba el placer de la calma tras el ajetreo del paseo, una persona cautivó toda mi atención. Se trataba de un chaval, que una y otra vez intentaba darse impulso para dar una voltereta en el aire.
A su alrededor, un grupo de amigos, que aprovechaban la torpeza de su colega para reírse y pasar un buen rato. Ensimismado con la escena, empecé a recordar las fotografías y sensaciones experimentadas durante mi paseo “los escaladores, la gran empresa, los artistas callejeros están a un nivel de desarrollo y conocimiento que dista mucho del que muestra este “pobre” chico que, míralo, ahí sigue, intentando, entre risas y burlas, hacer su pirueta”.
De repente algo me hizo conectar las piezas del rompecabezas. Seguro que TODAS las personas que yo percibía con HABILIDADES y CONSOLIDADAS en sus áreas de trabajo, pasaron por momentos similares a los del chico de la pirueta.
Seguro que vivieron situaciones durante las que sólo la ilusión por conseguir su sueño, les dio la fuerza para levantarse del suelo y seguir intentándolo una y otra vez, sin atender a las risas y burlas, hasta que la pirueta finalmente saliera.
TODAS las personas que había visto por el parque, habían sido capaces de superar momentos de desánimo y frustración creyendo en sí mismas y en su habilidad para lograr su sueño. Sentado en mi banco, ensimismado en mis pensamientos reflexioné a cerca de mi vida y los éxitos que había cosechado. Reviví la satisfacción del momento del logro, y recordé las experiencias y vivencias que me llevaron a alcanzarlo.
Me acordé de los sacrificios y los disfrutes, de los picos y los valles, de los frutos y los fracasos, y me di cuenta, que posiblemente, para las personas que había visto practicando escalada, trabajando en la empresa, y entreteniendo a los paseantes, el camino continuaba, que para lo que en mi opinión era la meta, para ellas podía ser SÓLO una etapa más en su camino por seguir creciendo y desarrollándose.
Caí en la cuenta que el camino está lleno de sinuosidades, obstáculos, subidas y bajadas, y que lo más importante es disfrutar de él y de todos sus componentes “¿Un camino perfecto?” me pregunté y tras breves instantes me respondí “NO”. La claridad de mi respuesta me sorprendió, pero mi aturdimiento rápidamente se difuminó.
“TODAS las personas tenemos nuestros retos” me dije, “sino ¿Qué sentido tendría la vida?”. Y como por arte de magia, en mi pensamiento se coló una canción que me hizo mucha gracia cuando tiempo atrás vi la película “Hacuna Matata, una forma de ser, Hacuna Matata nada que temer, sin preocuparse es como hay que vivir…” y mientras la música sonaba en mi cabeza y me disponía a levantarme para dirigirme hacia casa, dos ideas parecieron iluminarse en mi cabeza: La vida pone numerosas pruebas que cada uno decide como sortear, ahí es donde reside el principio de libertad.
Es impresionante lo que las personas son capaces de conseguir cuando se lo proponen.
Y con esas dos ideas y una música divertida de fondo me dispuse a caminar con paso firme hacia mi casa, con el convencimiento de que pese a que el camino no iba a ser coser y cantar, me había propuesta disfrutar de él.