por Daniel Castaño Alarcón, alumno del MBA Part Time de ENAE Business School.
El coaching tiene como objetivo que las personas desarrollen y obtengan el máximo partido de las habilidades de que disponen. Pero no consiste en una serie de formulas mágicas ni un proceso de aprendizaje que te conduce a la verdad, sino que es más bien un diálogo en el que el coach trata de dirigir la línea de pensamiento de la persona para que ésta por si misma alcance las respuestas a los problemas que se planteaba. De esta forma es la persona misma la que obtiene sus propias soluciones y conclusiones.
La herramienta de que dispone el coach para dirigir el pensamiento es mediante la formulación de preguntas. La temática de estas preguntas tiene una doble finalidad: por un lado debe permitir identificar los problemas a resolver, ya que puede ser que al comenzar una sesión de coaching el cliente vaya pensando que tiene unos problemas o carencias concretas y posteriormente, durante el proceso, se descubra que esas carencias venían provocadas por otros problemas que no estaban identificados. Así que se podría decir que el primer objetivo que se busca con la formulación de preguntas es el diagnóstico e identificación de problemas.
Por otro lado, una vez identificados los problemas, el coach debe, también mediante la formulación de preguntas, conducir a la persona a obtener la solución a los mismos o desarrollar las carencias que ésta tiene. Éste sería por tanto el segundo objetivo de las preguntas, el “tratamiento del paciente”. La selección de las preguntas adecuadas es todo un arte y es aquí donde se aprecia la habilidad y profesionalidad de un coach, que debe dar con las preguntas adecuadas para cada cliente. Éstas serán distintas para cada persona, e incluso para la misma persona pueden ser distintas en función del momento en que se hagan, o de lo que se quiera conseguir con ellas.
Otro aspecto a tener en cuenta a la hora de hablar de la importancia de las preguntas en el proceso de coaching es la manera en que éstas se formulan, es decir, el enfoque con el que se realizan. Esta cuestión es tanto o más importante que los temas en sí a los que se alude con las preguntas. El enfoque debe ser tal que invite a la reflexión, a la inquietud y a incentivar una actitud de búsqueda y de crecimiento personal o profesional. Una formulación de las preguntas en negativo puede llevar a un estancamiento en la línea de pensamiento de la persona, mientras que el planteamiento en positivo puede hacer progresar mucho en pocas sesiones.
En muchas ocasiones, cuando las personas nos planteamos preguntas, en realidad no lo hacemos con ánimo de obtener una respuesta, sino que en realidad lo que queremos es emitir un juicio. Así por ejemplo, cuando alguien pregunta por qué una persona le trata mal, en realidad no le interesan los motivos que llevan a la otra persona a comportarse mal con ella, sino que lo que desea es expresar lo malas que son las personas con las que convive.
Este tipo de preguntas no tienen respuesta, y por tanto dejan el pensamiento estancado, a la espera de que otra persona les dé respuesta. Preguntas que busquen el por qué las cosas no resultan interesantes desde el punto de vista del coaching. Más bien lo que se busca es formular preguntas del tipo (por seguir con el ejemplo anterior): ¿Qué llevó a la otra persona a tratarme así? De esta forma pasamos de una pregunta que corta la línea de pensamiento a una pregunta que genera a su vez otras y que al final permiten extraer conclusiones positivas que ayudan a mejorar a nivel personal o profesional. En cierto modo la labor del coach consiste, “simplemente”, en replantear las preguntas que se hace la gente, de forma que el pensamiento no quede estancado.