Por Jesús Gambín, adjunto a Dirección y director de Programas Internacionales de ENAE Business School.
Europa claramente tiene problemas consecuencia de tener una moneda única sobre economías muy heterogéneas. La moneda de una economía no es un artificio económico, su cotización en los mercados de divisas depende en el largo plazo de la competitividad de esta economía, y en el corto y medio plazo su evolución es impredecible. Estaba claro que el hecho de que la economía griega y la finlandesa contaran con la misma moneda podría plantear problemas, y finalmente ha sido así.
La delicada situación de la banca europea en general y en especial la delicada situación de la deuda soberana de España e Italia por su tamaño, han producido grandes desequilibrios entre los superávits comerciales de los países centrales del euro respecto a los periféricos, que tiene su vez de la superior competitividad del centro respecto a la periferia.
La pregunta fundamental sería ¿por qué no se produce este hecho en otras uniones monetarias entre estados como en Estados Unidos? Kentucky, Dakota del Norte y California nada tienen que ver pero comparten el dólar.
La razón fundamental de la diferencia entre el euro y el dólar radica en que la UE no es un mercado único y Estados Unidos si lo es. En teoría la UE tiene libertad de movimientos de bienes, servicios y personas (unión comercial), el Eurogrupo comparte una moneda, pero el tercer componente fundamental que es la unión fiscal no se ha iniciado por mucho que se haga mención al demostrado poco útil “Pacto de Estabilidad y Crecimiento”.
La primera diferencia entre Estados Unidos y la UE radica en el mercado de trabajo. Cuando en un estado de la EEUU se produce un declive económico, la fuerza de trabajo tiende a moverse a otros estados que comparten idioma, impuestos, seguridad social, cultura etc. En la UE se ha demostrado que cuando hay desempleo en un país como España, este movimiento de la fuerza de trabajo entre regiones o estados de la UE es muy reducido. Por tanto, las situaciones de desempleo con poca movilidad de trabajadores en un país requieren de herramientas de política económica que no disponen los estados miembros de la UE, lo que puede hacer que el ajuste del mercado de trabajo sea muy lento y doloroso.
En segundo lugar es importante destacar que EEUU tiene un sistema fiscal centralizado y la mayor parte de los impuestos son federales, sobre todo para empresas y profesionales. Esto supone que cuando un estado de EEUU ve reducida su actividad económica se producen dos efectos automáticos, paga menos impuestos al gobierno federal pero recibe a cambio más transferencia por desempleo, pensiones, subvenciones, etc., lo que equilibra en cierto modo su situación financiera.
Se podría decir que cuando en Estados Unidos un estado entra en crisis recibe un plan de estímulo económico automático del resto de la nación. Está claro que en la UE esto no ocurre, más bien al contrario, los flujos son procíclicos en lugar de anticíclicos, los países del centro financian a la periferia produciendo burbujas cuando no es necesario, y cuando necesitan los fondos dejan de hacerlo.
La tercera diferencia de importancia es la imposibilidad de los estados miembros de EEUU de tener déficit público que únicamente puede tener el estado central. Es cierto que pueden financiar a largo plazo proyectos de inversión o capital como colegios o autopistas, pero con financiación condicionada a estos proyectos. Lo que no pueden tener es déficits en sus gastos corrientes. Evidentemente en la UE esto no es así, incluso podríamos afirmar que dentro de España tampoco se cumple este criterio y el desequilibrio en los ingresos gastos corrientes se produce sistemáticamente en todas las administraciones.
Es un hecho que todo gobierno (local, regional, nacional) que no puede crear dinero para cubrir sus déficits tendrá que buscar financiación en el exterior, lo que supone pérdida de independencia en el mejor de los casos y problemas de deuda o liquidez generalmente, que en ocasiones acaba en crisis de solvencia.
Por tanto la reforma de los tratados que se está planteando actualmente puede ser voluntariosa e incluso ir en la dirección adecuada, pero lamentablemente no creo que dé respuesta a los problemas subyacentes anteriormente mencionados. La UE no va a pasar a fijar y recaudar centralizadamente los impuestos, no se van a producir transferencias de renta entre Finlandia e Italia para financiar el desempleo de los últimos y los idiomas, colegios profesionales, sindicatos, reglamentación y problemas culturales que impiden la movilidad de trabajadores no van a desaparecer de la noche a la mañana con una reforma de los tratados.
En resumen, no considero que en el corto plazo la necesaria reforma de los tratados pueda, por si misma y en solitario, solucionar los problemas existentes para la sostenibilidad de la moneda única. Estas reformas deberían de ir acompañadas en el corto plazo de recursos financieros suficientes (compra de deuda problemática por el BCE, un incremento efectivo de recursos en el fondo de Estabilidad Financiera) para controlar el pánico existente, o de lo contrario la recesión que está iniciando hará que la moneda única no sea sostenible.
La conjunción de la reforma de los tratados hacia una mayor integración y la voluntad en el corto plazo de apostar por el euro de los países que se lo pueden permitir, sería la única solución a la crisis que vive el Euro.