Por Gloria Montes Gaytón. Profesora y directora del Máster en Dirección Financiera de ENAE Business School.
Según el dicho popular “la preocupación no es una enfermedad, sino un signo de buena salud”. La preocupación es la señal para reaccionar; por el contrario, quedarse atascado es lo peor que puede ocurrir, pasa por asumir la situación y deja el encefalograma plano.
La preocupación, si sirve para agudizar el ingenio, bienvenida sea. Todo el mundo piensa que el optimismo es una característica atractiva, los optimistas son personas agradables, de buena compañía, todo lo contrario de los pesimistas o, comúnmente conocidos como “aguafiestas”.
A pesar de que la sensación de esperanza y buenas expectativas causa un estado de beneplácito entre las personas, hay que ser muy cautelosos respecto al papel que juega el optimismo en la vida de la empresa. El optimismo significa esperar lo mejor; pero cuando la marea sube y el agua amenaza con superar los niveles del cuello…, la inteligencia indica cómo manejar lo peor.
Nunca mantenga un negocio simplemente porque se siente optimista, si bien esta actitud es importante, el rigor manda contrastarlo. Antes de tomar decisiones transcendentes, tenga en cuenta las reflexiones siguientes:
Agotadas las vías que ofrece la medicina, si el estado económico-financiero persiste y presenta signos de irreversibilidad, no insista en mantener el barco, porque los esfuerzos y riesgos son mayores que los potenciales resultados.
Aparque el optimismo y resérvelo para otros proyectos. Aprenda la lección y como decía Akio Morita, fundador de Sony, “No tema equivocarse, pero no cometa el mismo error dos veces”.