Sabemos que la demografía resulta algo clave, sin embargo, el planeta alberga hoy más de 8.000 millones de habitantes y en absoluto parece preocupar a la sociedad. El ciudadano no se sorprende, salvo cuando se le recuerda que en el año 1960 éramos 3.000 millones de personas, y que los recursos del planeta son limitados, principalmente las condiciones en las que los conocemos.
Si algo ha logrado que sorteáramos en este sentido la trampa de Malthus que nos confinaba, ha sido, inequívocamente, el empleo de la tecnología y los recursos naturales en nuestro beneficio. Y es en este sentido, al relacionarlo con una población creciente, cuando resulta fundamental el suministro puntual de los fertilizantes en el abastecimiento de alimento, un aporte indispensable para el suficiente rendimiento por hectárea en los cultivos.
Se dice que la síntesis del amoniaco, mediante el proceso Haber-Bosch, es el invento más importante del siglo XX, pero igual de crítico resultan para los fertilizantes la producción de ácido fosfórico y la producción de potasa. Mientras que el nitrógeno en el proceso Haber-Bosch se obtiene del aire para los fertilizantes ricos en nitrógeno, los fosfatos y las potasas son minerales que se extraen de la tierra; la minería los convierte en accesibles. Una minería cada vez más sostenible en su operación, ambiental y socialmente, de un producto indispensable para un futuro que buscamos sea también sostenible.
La gran preocupación actual de nuestra sociedad por el suministro seguro de los minerales críticos, imprescindibles a día de hoy en la consecución de una economía limpia y digital, no puede ocultar otras necesidades iguales o más perentorias. La trascendencia de los minerales críticos suele ser oportunista, al resultar a veces las tecnologías ‘flor de un día’, mientras que cuesta imaginar las terribles consecuencias ante problemas menos valorados como una interrupción en el suministro de fertilizantes a nivel mundial.
Ciertos países han empleado, o amenazado usar, sus recursos como herramienta geopolítica, fue claro el efecto en los mercados ante la limitación china a la exportación de tierras raras. Recordemos que la producción de fosfato está bastante concentrada en países alejados de la órbita occidental, como China, o Marruecos, país africano que atesora cerca del 70% de las reservas mundiales. Aunque la presencia de EE.UU. como tercer país productor aminora el índice de concentración de la producción, la presencia de Marruecos como principal exportador, con un tercio de las exportaciones globales, y de Rusia, complica el panorama del abastecimiento.
Con una UE que produce menos del 4% de los fertilizantes fosfatados, o del 8% de potásicos y nitrogenados, y siendo Rusia y Bielorrusia exportadores de cerca del 40% de los fertilizantes potásicos, surge en el ámbito geoestratégico la incógnita sobre la seguridad de suministro en la cadena alimentaria de una Europa deficitaria.
Reconocidos autores del mundo de las materias primas recuerdan el derecho de la población a conocer en mayor detalle la disponibilidad de ciertos minerales, como el fósforo y las potasas, imprescindibles para un derecho fundamental como es el de la alimentación. Macronutrientes que, junto al nitrógeno, carecen de sustituto y resultan esenciales para la vida. La curiosa idea de “el derecho a conocer” de la sociedad tiene sus orígenes en el constitucionalismo anglosajón, y trata del siglo XVII cuando se luchó por eludir la prohibición de informar sobre las acciones de la Cámara de los Comunes y la Cámara de los Lores. Ya en 1969, la Corte Suprema americana declaró “estar bien establecido que la Constitución protege el derecho a recibir información e ideas”.
El profesor J. Tilton, persona de referencia en el mundo de la teoría económica de los recursos, recalcaba en 2001 que “si la sociedad fuera sensible acerca de los temas de la escasez mineral, invirtiendo recursos para aumentar la información geológica, ello podría proporcionar muchos datos de las circunstancias de una posible reducción de los recursos minerales a largo plazo”. Algo todavía pendiente, seguimos sin conocer nuestros límites.
La información actual determina que las reservas de roca de fósforo disponibles serán suficientes para producir los fertilizantes necesarios para los próximos 300 o 400 años, aunque algunos analistas estiman la década de los años treinta el momento donde la demanda superaría la oferta, intensificándose la geopolítica del fosfato y la búsqueda de nuevos yacimientos. Por otro lado, las potasas tienen como primer productor y principal tenedor de reservas a Canadá, aunque seguida de Rusia y China, también grandes productores. España tiene la posibilidad de convertirse en un productor principal europeo de potasas gracias a la futura mina Muga en Navarra (Geoalcali), que sumada a la producción catalana de Potasas de Suria (ICL) ayudaría a la UE a reducir su dependencia exterior.
En tiempos de récord de altas temperaturas, uno de los desafíos más relevantes para la sociedad es la adaptación de la agricultura, un terreno donde la eficiencia de los fertilizantes, aún con recorrido, puede reducir el uso agrícola e incluso aumentar el potencial de captación de CO2.
Un ámbito donde, no cabe en cabeza alguna abandonar la partida del suministro en Europa.