por Antonio Ángel Pérez Ballester, profesor del Máster en Dirección de Personal y Recursos Humanos, MBA de Dirección de Empresas y Curso de Experto en Logística de ENAE Business School, y socio-director de INFLUYE, Desarrollo&Coaching
La Cumbre Mundial de Innovación en Voluntariado, celebrada en Madrid este fin de semana, ha vuelto a mostrar la cara amable y solidaria de algunas empresas que participan en proyectos sociales y altruistas.
Cuando un evento de este tipo se produce, los datos estadísticos se multiplican. Destaco dos.
En España, alrededor del 57% de las empresas con más de 500 empleados tiene programas de voluntariado. En principio sorprende el dato, pues salvo que se nos explique en que consisten esos programas, la trascendencia es mínima. No percibo esa visibilidad.
Segundo. Pensaba que éramos un país solidario, y los datos de nuevo, lo niegan. Sólo un 15% de los españoles realiza alguna actividad de este tipo, cuando la media de la UE está en el 24%, y lejos de países como Finlandia (37%) o los Países Bajos, donde el 57% de sus habitantes declara practicarlo. Por una vez, no estamos al final de la cola delante de Grecia y Portugal; junto a éstos, también figuran Rumania, Bulgaria y Polonia que no llegan al 10%.
Pero existen otras lecturas. Existen más de 30.000 organizaciones sin ánimo de lucro en España, y el 70% tienen voluntarios (cuando lo suyo, es que todas tuvieran). Somos de los más generosos en la ayuda al tercer mundo, y millones los que pagamos alguna cuota a una ONG.
Y otro dato que habla de nuestra idiosincrasia -y que nos proporcionó Joan Antoni Melé, subdirector General de TRIODOS BANK, en su conferencia en Murcia el día 24 de marzo-, muchas de ellas, recaudan en época de Navidad, entre el 40 y el 60% de sus ingresos de todo el año (los comerciantes declaran obtener el 20% de sus ventas en estas fechas)
Nos cuesta dar nuestro tiempo a otros; emplear nuestro talento en acompañar y potenciar a personas físicas y jurídicas que nos necesitan y no tienen posibilidad económica de hacerlo.
Caminamos cada vez más a una sociedad, a unos gobiernos, que asustados por el derroche, y la corrupción practicada, no van a dudar en ir reduciendo servicios y prestaciones sociales, dejando a su suerte a los más desfavorecidos.
Necesitamos empresas que no solo destinen una cantidad al año a estos programas, sino que se comprometan con su entorno, que pongan su talento y su saber hacer para resolver los problemas de la humanidad. Problemas de agua, educación, energía, sanidad y pobreza. Empresas que incorporen su responsabilidad social como un departamento tan importante al menos como el comercial o el financiero, propiciando la conciliación para mujeres y hombres, que permita esa dedicación y tiempo para estos proyectos.
Cuando te encuentras empresas, cuyo único fin es obtener el máximo beneficio en el menor espacio de tiempo, y que no dudan en “sacrificar” a sus integrantes por este objetivo…sus acciones sociales, y sus voluntarios en vacaciones, resultan poco creíbles y pueden provocar más rechazo que admiración.
Quien mantenga que no son tiempos para la solidaridad, le diría que probablemente nunca lo fueron para él o para ella; que en los años de bonanza, tocaba ganar dinero, mucho dinero, pues todos “teníamos derecho al progreso y al bienestar” y no había tiempo para otra cosa.
Quien comparta esa afirmación que piense que mañana puede estar en una situación de exclusión, como miles de personas que pensaban que eso era imposible.